viernes, 30 de abril de 2021

Filosofía y literatura

 

Emilio fue un gran lector.  Recuerdo que mientras yo cursaba el bachillerato por las tardes, él se quedaba al cuidado de mi madre, quien lo entretenía a través de juegos, cantos, además de la escritura.  A los dos años de edad, él era capaz de leer algunas palabras de dos sílabas. 

   En el Jardín de Niños, las profesoras le llamaban “historiador”, porque mi madre  le relataba cada noche cuentos matizados por hechos históricos.  Yo, al estudiar, le platicaba también, recuerdo que alguna vez le dije que “el señor que había tocado la campana se llamó Miguel Hidalgo”.

    Mi padre, ferviente lector, promovió la afición hacia la literatura en mi hijo.  Desde que a la edad escolar primaria, Emilio recibía libros de cuentos y novelas clásicas infantiles.  A mi padre le encantaba ir al Centro Histórico y recorrer toda clase de librerías, las de viejo y las de libros nuevos; llegaba a casa los sábados con libros y casi siempre, con un par de ellos para Emilio.

   Cuando fue estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM, un profesor comentó a la familia que la cantidad de libros que Emilio había leído hasta ese momento era mayor que la que muchos profesores unamitas.  El comentario nos enorgulleció.

   Así, cuando casó, su casa se fue llenando de libros, tal como era el hogar en el que había crecido.

   El 23 de junio de 2016 fue entrevistado sobre sus pasiones.


https://www.youtube.com/watch?v=ZOof9oRA2Pw&t=18s

https://www.youtube.com/watch?v=ZOof9oRA2Pw

viernes, 23 de abril de 2021

Guía para la primera evaluación de Pensamiento y lenguaj

 


e (Centro Universitario Emmanuel Kant,

Nota.  Hace alrededor de cinco años, Emilio trabajó como profesor en el CUEK.  Su profesionalismo y gran amor a la docencia y a los alumnos motivó la creación de un amplio texto, mismo que ilustró después de imprimir para, finalmente, repartir una copia a cada alumno.  Debido a la amplitud de esta Guía, hemos decidido publicarla por partes, las cuales se pueden leer  en orden descendente.

 

 

 

Emilio J. García Cuevas

 

Amig@ mí@, tienes en tus manos una guía que te ayudará a comprender los diversos conceptos expuestos hasta ahora en la materia Pensamiento y lenguaje.

   ¡Vaya quebradero de cabeza al que te ha sometido el profesor hasta hoy! Si a la dificultad propia de los contenidos, se aúna la lobreguez expositiva del facilitador (nota que estamos a la moda), es comprensible que, cuando piensas ahora en fenomenología, llegue hasta ti una suerte de muégano lingüístico.

   Para tu desgracia (aunque más adelante comprobarás que, por el contrario, resultará una bendición casi guadalupana), la fenomenología es un tema ineludible de nuestra materia, así que formará parte del examen a presentar en fechas próximas. No temas; si bien el camino estará plagado de dificultades, tu andar no será en solitario: te acompañará Juanín el jipi, estudiante de filosofía, personaje gracioso y ocurrente que, asido a tu mano, conducirá tus pasos por los escabrosos senderos de la fenomenología trascendental.

   Antes de comenzar, te sugiero que dejes a un lado la marejada de conceptos psicoanalíticos aprendidos hasta ahora; cuando se utilice el término “conciencia”, piensa en la noción intuitiva que te acompañó hasta los días anteriores a tu formación como futur@ psicólog@. Juntos –Juanín, tú y yo- corroboraremos que la fenomenología y su aparato teórico son mucho más transparentes que la “noche escura” en la cual te internarás cuando conozcas de primera mano a Don Jacques-Marie Émile Lacan. 

   Apoltronémonos en nuestras comodísimas bancas y comencemos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fenomenología trascendental

Tal y como pudiste leer en el texto que Edmund Husserl escribió para la Encyclopaedia Britannica, la fenomenología es un método y una ciencia derivada de éste. Hagamos esto a un lado; el tema, abordado de esa manera, resultaría importante para una clase de epistemología, de metodología o, claro, de fenomenología. El propósito de nuestra materia es, sin embargo, estudiar la relación que existe entre el pensamiento y el lenguaje; por ello, haremos a un lado los conceptos –carísimos para la fenomenología- de epojé, reducción fenomenológica, reducción trascendental y demás, y nos limitaremos a estudiar el análisis –pertinente, este sí- de las vivencias.

 

¿Qué onda con la conciencia? ¿Qué es eso de la intencionalidad?

(a) Si llegaste tarde a casa por ir a una fiesta, tus papás te dirán algo como: “¿Es que no tienes conciencia?”. 

 

(b) De un amigo que gusta de viajar en motocicleta sin casco, solemos decir que es “un inconsciente”.

 

(c) Después de un golpazo en la cabeza, el QB de los Frailes “quedó inconsciente”.

 

Como puedes darte cuenta, el uso de los términos “conciencia” e “inconsciente” en las oraciones anteriores es muy diferente de aquel que es común a los psicoanalistas. Si bien nuestros dos primeros ejemplos tienen un dejo ético, también poseen cierta carga psicológica; así, podríamos sustituir (a) por “¿Es que no te das cuenta de tu error?” y explicar (b) como “Nuestro amigo no toma consciencia, esto es, no se da cuenta del peligro que enfrenta al viajar sin casco”. ¿Es momento de ponernos fenomenólogos? Sí, sólo un poquito: diremos que, al no darte cuenta de tu error, no mientas/ no tematizas tu error; tu amigo, a la vez, no mienta/ no tematiza el peligro que enfrenta. El ejemplo (c), por último, describiría algo así como “El QB de Frailes no se relaciona con su entorno, no lo percibe” o, claro, no lo mienta/ no lo tematiza.

   Del párrafo anterior, podemos concluir algunas cosas:

 

1. En los ejemplos anteriores, “conciencia” no designa una cosa, ni un estrato de la mente, ni un fantasma que vive en nosotros; antes bien, “conciencia” se refiere a un tipo de acto.

 

2. El acto que caracteriza a la conciencia, según lo anterior, es el dirigirse hacia algo –ese algo puede ser un juicio (si, mientras departes con tus amigos, piensas: “Debo llegar temprano porque, si no, mis papás se preocuparán”), una fantasía (que nuestro motociclista se imagine a sí mismo embarrado en la calle) o el entorno físico (el pobre QB observa a sus compañeros en derredor y siente las cachetadas que su coach le propina).

   Pues bien: lo creas o no, ya pisamos los terrenos de la intencionalidad. La intencionalidad se refiere justo a ese acto de referirse a algo, de dirigir nuestra atención hacia cualquier tipo de contenido. Si alguien nos dice “yo percibo”, “yo pienso”, al instante nos daremos cuenta que sus expresiones están incompletas; por ello, seguramente le preguntaremos: “¿Qué percibes?”, “¿Qué piensas?”. Si lanzamos esas preguntas, es porque intuimos ya la intencionalidad: asumimos que percibir es percibir algo (la guía que tienes en tus manos, el celular con el que ahora te distraes) y que pensar es pensar algo (“Qué aburrida es esta guía”, “¿A qué hora terminará la clase?”).

 

 

 

 

Guía para la primera evaluación de Pensamiento y lenguaj

 


e (Centro Universitario Emmanuel Kant,

Licenciatura en Psicología)

Pregunta: según el planteamiento husserliano de la intencionalidad, ¿hay conciencia cuando sueñas?

 

   Ahora, cuando se percibe algo se lo percibe como ese algo, como tal o cual cosa. ¿Ya empezamos con rarezas? No desesperes; ahora verás, por medio de algunos ejemplos, cuán sencillo es lo anterior:

 

(a) Veo ese objeto que está sobre la mesa como una botella –es más: veo esa botella como tal, como una botella.

 

(b) Escucho esa serie de sonidos como una canción.

 

(c) Observo la luz roja que está en el semáforo como “alto”.

 

A este mentar/ tematizar/ intencionar algo como algo lo hemos de llamar “sentido”. El concepto es muy importante; por medio de éste, Husserl nos muestra que nuestros actos intencionales no carecen de significado sino que, por el contrario, siempre están cargados de éste. Conviene preguntarnos: ¿de qué depende ese sentido? ¿El sentido es dado por el objeto o por nosotros que interactuamos con éste? La respuesta: por los dos. Recordemos los magníficos libros de primaria con los cuales la SEP nos formó, aquellos que en su portada tenían una representación de la patria como una guapa joven vestida de blanco, empuñando la bandera nacional. En los de historia había una afirmación que se repetía de continuo: cuando los españoles llegaron a Tenochtitlan, los mexicas no los vieron como hombres montados sobre caballos sino como hombres-venado. Ante semejante afirmación, el sacón de onda por parte del alumnado resultaba inevitable pero nuestr@s profesor@s agregaban: “esto era así porque los mexicas no conocían los caballos”. Analicemos lo anterior:

 

-Los mexicas percibían (mentaban/ tematizaban/ intencionaban) algo.

 

-Los mexicas no conocían a los caballos pero sí conocían a los venados.

 

-Los mexicas no percibieron (mentaron/tematizaron/intencionaron) a los españoles como (con el sentido de) hombres montados a caballo.

 

-Los mexicas no percibieron a los españoles como (con el sentido de) hombres-pájaro, ni como ríos, ni como aretes de señora “totalmente Tlatelolco” o “totalmente Pochteca” (el “totalmente Palacio” de la época): los percibieron/mentaron/tematizaron como hombres-venado porque los venados, efectivamente, tienen cierta semejanza física con los caballos.

 

De todo lo anterior, se sigue:

 

1. Uno intenciona y dota de sentido sobre la base de conocimientos previos.

 

2. Uno no puede dotar libremente de sentido a lo mentado porque éste se presenta por sí mismo y con sus propias características. 

 

Con estas conclusiones, podemos obtener varios conceptos que se nos han quedado en el plumero (o, mejor dicho, en los dedos que teclean):

 

-A ese fondo de conocimientos que condicionan la intencionalidad y el sentido lo llamaremos “sustrato de habitualidades”. El sustrato de habitualidades reúne todos nuestros conocimientos, valores (lo que es bueno y malo, lo que es bonito y feo) y creencias, tanto aquellos que nos ha brindado la cultura, como los que hemos desarrollado por nosotros mismos. Se le llama “sustrato” porque es aquello que subyace, aquello que se encuentra debajo de la intencionalidad y que constituye, en conjunto, nuestros hábitos.

 

-A ese aparecer del objeto con sus propias características se le llama “donación”. Se le llama de tal manera porque, así como un ricachón dona dinero, los objetos donan su sentido propio a nuestra captación.

 

Antes de pasar al próximo apartado, cerremos el presente con una serie de conceptos que engloban todo lo expuesto hasta este momento:

 

-A la totalidad integrada por la conciencia que mienta y lo mentado que aparece, lo llamaremos “fenómeno”. El fenómeno, en tanto es experimentado por alguien, se ha de entender como una “vivencia”.

 

-El fenómeno posee dos “polos”, dos “extremos”: la “noesis” y el “noema”. La noesis es el polo o extremo subjetivo del fenómeno, esto es, la conciencia que mienta; el noema es el polo o extremo objetivo, es decir, el objeto mentado por la conciencia.

 

¡Oh! Nuestro amigo Juanín observa con atención a un perrito. Aprovechemos esta ocasión para entender mejor nuestros conceptos.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TANGOS

       Hijito, ayer te recordé en tu etapa de juventud, a ti te encantaba escuchar tangos cuando eras un adolescente, tendrías alrededor...