e (Centro Universitario Emmanuel Kant,
Nota. Hace alrededor de cinco años, Emilio trabajó como
profesor en el CUEK. Su profesionalismo
y gran amor a la docencia y a los alumnos motivó la creación de un amplio
texto, mismo que ilustró después de imprimir para, finalmente, repartir una
copia a cada alumno. Debido a la
amplitud de esta Guía, hemos decidido publicarla por partes, las cuales se
pueden leer en orden descendente.
Emilio J. García
Cuevas
Amig@ mí@, tienes en
tus manos una guía que te ayudará a comprender los diversos conceptos expuestos
hasta ahora en la materia Pensamiento y
lenguaje.
¡Vaya quebradero de cabeza al que te ha
sometido el profesor hasta hoy! Si a la dificultad propia de los contenidos, se
aúna la lobreguez expositiva del facilitador (nota que estamos a la moda), es
comprensible que, cuando piensas ahora en fenomenología, llegue hasta ti una
suerte de muégano lingüístico.
Para tu desgracia (aunque más adelante
comprobarás que, por el contrario, resultará una bendición casi guadalupana),
la fenomenología es un tema ineludible de nuestra materia, así que formará
parte del examen a presentar en fechas próximas. No temas; si bien el camino
estará plagado de dificultades, tu andar no será en solitario: te acompañará
Juanín el jipi, estudiante de filosofía, personaje gracioso y ocurrente que,
asido a tu mano, conducirá tus pasos por los escabrosos senderos de la
fenomenología trascendental.
Antes de comenzar, te sugiero que dejes a un
lado la marejada de conceptos psicoanalíticos aprendidos hasta ahora; cuando se
utilice el término “conciencia”, piensa en la noción intuitiva que te acompañó
hasta los días anteriores a tu formación como futur@ psicólog@. Juntos –Juanín,
tú y yo- corroboraremos que la fenomenología y su aparato teórico son mucho más
transparentes que la “noche escura” en la cual te internarás cuando conozcas de
primera mano a Don Jacques-Marie Émile Lacan.
Apoltronémonos en nuestras comodísimas
bancas y comencemos.
Fenomenología
trascendental
Tal y como pudiste
leer en el texto que Edmund Husserl escribió para la Encyclopaedia Britannica, la fenomenología es un método y una
ciencia derivada de éste. Hagamos esto a un lado; el tema, abordado de esa
manera, resultaría importante para una clase de epistemología, de metodología
o, claro, de fenomenología. El propósito de nuestra materia es, sin embargo,
estudiar la relación que existe entre el pensamiento y el lenguaje; por ello,
haremos a un lado los conceptos –carísimos para la fenomenología- de epojé, reducción fenomenológica,
reducción trascendental y demás, y nos limitaremos a estudiar el análisis
–pertinente, este sí- de las vivencias.
¿Qué
onda con la conciencia? ¿Qué es eso de la intencionalidad?
(a) Si llegaste tarde
a casa por ir a una fiesta, tus papás te dirán algo como: “¿Es que no tienes
conciencia?”.
(b) De un amigo que
gusta de viajar en motocicleta sin casco, solemos decir que es “un
inconsciente”.
(c) Después de un
golpazo en la cabeza, el QB de los Frailes “quedó inconsciente”.
Como puedes darte
cuenta, el uso de los términos “conciencia” e “inconsciente” en las oraciones
anteriores es muy diferente de aquel que es común a los psicoanalistas. Si bien
nuestros dos primeros ejemplos tienen un dejo ético, también poseen cierta
carga psicológica; así, podríamos sustituir (a) por “¿Es que no te das cuenta de tu error?” y explicar
(b) como “Nuestro amigo no toma
consciencia, esto es, no se da cuenta
del peligro que enfrenta al viajar sin casco”. ¿Es momento de ponernos
fenomenólogos? Sí, sólo un poquito: diremos que, al no darte cuenta de tu
error, no mientas/ no tematizas tu error; tu amigo, a la vez,
no mienta/ no tematiza el peligro que enfrenta. El ejemplo (c), por último,
describiría algo así como “El QB de Frailes no se relaciona con su entorno, no lo percibe”
o, claro, no lo mienta/ no lo tematiza.
Del párrafo anterior, podemos concluir
algunas cosas:
1. En los ejemplos
anteriores, “conciencia” no designa una cosa, ni un estrato de la mente, ni un
fantasma que vive en nosotros; antes bien, “conciencia” se refiere a un tipo de
acto.
2. El acto que
caracteriza a la conciencia, según lo anterior, es el dirigirse hacia algo –ese
algo puede ser un juicio (si, mientras departes con tus amigos, piensas: “Debo
llegar temprano porque, si no, mis papás se preocuparán”), una fantasía (que
nuestro motociclista se imagine a sí mismo embarrado en la calle) o el entorno
físico (el pobre QB observa a sus compañeros en derredor y siente las cachetadas
que su coach le propina).
Pues bien: lo creas o no, ya pisamos los
terrenos de la intencionalidad. La intencionalidad se refiere justo a ese acto
de referirse a algo, de dirigir nuestra atención hacia cualquier tipo de
contenido. Si alguien nos dice “yo percibo”, “yo pienso”, al instante nos
daremos cuenta que sus expresiones están incompletas; por ello, seguramente le
preguntaremos: “¿Qué percibes?”, “¿Qué piensas?”. Si lanzamos esas preguntas,
es porque intuimos ya la intencionalidad: asumimos que percibir es percibir
algo (la guía que tienes en tus manos, el celular con el que ahora te distraes)
y que pensar es pensar algo (“Qué aburrida es esta guía”, “¿A qué hora
terminará la clase?”).