Emilio fue un gran lector. Recuerdo que mientras yo cursaba el bachillerato por las tardes, él se quedaba al cuidado de mi madre, quien lo entretenía a través de juegos, cantos, además de la escritura. A los dos años de edad, él era capaz de leer algunas palabras de dos sílabas.
En el Jardín de Niños, las profesoras le llamaban “historiador”, porque mi madre le relataba cada noche cuentos matizados por hechos históricos. Yo, al estudiar, le platicaba también, recuerdo que alguna vez le dije que “el señor que había tocado la campana se llamó Miguel Hidalgo”.
Mi padre, ferviente lector, promovió la afición hacia la literatura en mi hijo. Desde que a la edad escolar primaria, Emilio recibía libros de cuentos y novelas clásicas infantiles. A mi padre le encantaba ir al Centro Histórico y recorrer toda clase de librerías, las de viejo y las de libros nuevos; llegaba a casa los sábados con libros y casi siempre, con un par de ellos para Emilio.
Cuando fue estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM, un profesor comentó a la familia que la cantidad de libros que Emilio había leído hasta ese momento era mayor que la que muchos profesores unamitas. El comentario nos enorgulleció.
Así, cuando casó, su casa se fue llenando de libros, tal como era el hogar en el que había crecido.
El 23 de junio de 2016 fue entrevistado sobre sus pasiones.
https://www.youtube.com/watch?v=ZOof9oRA2Pw&t=18s
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