Abrir un curs
o sobre multiculturalismo en México con un debate en torno a "La democracia en México", de Pablo González Casanova, es, indiscutiblemente, un acierto: ello nos permitirá situar el problema en su contexto efectivo; así, más que el mero folklorismo, nos enfrentaremos a los problemas que dificultan el libre desarrollo de la diversidad cultural en nuestro país.
De entre los diversos ponentes, me resultan remarcables, además de la participación de González Casanova, las intervenciones de Luis Hernández Navarro y de José Woldenberg. A continuación, indicaré algunos puntos señalados por Hernández Navarro y por Woldenberg que, me parece, pueden desembocar en debates interesantes y fructíferos. Para cerrar, remarcaré algunas de las ideas expuestas por Pablo González Casanova, las cuales apuntan hacia diversos problemas íntimamente relacionados con el multiculturalismo.
-"Colonialismo intelectual". Éste es un tema amplísimo y con muchas aristas; en lo personal, no consigo entender el límite que separa "lo propio" de "lo ajeno" en las obras que integran el pensamiento decolonial: ¿Es posible entender a Aníbal Quijano sin Marx? ¿O a Enrique Dussel sin el mismo Marx y sin Levinas? ¿A Castro Gómez sin Foucault? A pesar de ello, considero necesaria la emergencia de un pensamiento que asume su tradición -vastísima, por cierto- y que toma por objeto a los problemas urgentes de nuestro contexto inmediato. Por ello, estoy de acuerdo con la acusación de Hernández Navarro contra el injusto olvido de pensadores como González Casanova. Por ejemplo: en lo personal, me parece lamentable la poca atención que Walter Mignolo dirige a "La invención de América", de Edmundo O'Gorman, en su obra "La idea de América Latina" -más aún cuando el argumento es claramente dependiente del defendido por el historiador mexicano; más aún cuando se pretende defender una visión "no criolla" y ello se hace desde una universidad norteamericana y en una obra originalmente escrita en inglés.
-Democracia. Interesantísima la definición que González Casanova hace de la democracia, citada por Hernández Navarro: que el pueblo gobierne a los gobernantes. En tiempos en los cuales la democracia parece convertirse en dogma impuesto a la fuerza, convendría señalar el paralelismo entre la definición ofrecida por González Casanova y la obrita de Jacques Ranciere "El odio a la democracia". En tanto pensadores norteamericanos como Francis Fukuyama defienden la universalidad de un concepto de democracia "all american style", al punto de afirmar el fin de la historia, González Casanova nos recuerda que la democracia posee un carácter no sólo constructivo sino también negativo, ejercido de abajo hacia arriba: unidad popular, construcción social, pero también imposición de límites a los gobernantes. A lo anterior, conviene remarcar un punto fundamental: este ejercicio político de la población debe ir acompañado de una justicia distributiva efectiva y de la libre expresión de las culturas que integran al país. En este punto, me pregunto: ¿Habría una relación causal entre estos tres elementos -acción política, justicia distributiva, libertad cultural? Si es así, ¿cuál sería el primer elemento, aquel que catapultaría un cambio efectivo en las condiciones de vida de la población? Por otra parte, y pensando en el tema del multiculturalismo: ¿Qué tan conveniente es pensar en conceptos como "pueblo"? ¿Éste, de alguna manera, homogeneiza a los integrantes del país y borra las diferencias culturales? ¿Qué consecuencias tendría lo anterior con respecto a la noción de "ciudadanía"?
-Modelo-realidad. El ambismo, resaltado por Woldenberg de la obra de González Casanova, entre los modelos formales y su aplicación efectiva resulta desalentador -por lo menos para álguien que estudió filosofía, como yo. ¿Hasta qué punto los desarrollos abstractos -las teorías, los modelos- resultan insuficientes ante los fenómenos reales? Teóricos liberales -como Rawls- presuponen una población homogénea y racional inexistente -homgeneidad que, además, corre el peligro de dejar a un lado la diversidad-; algunos teóricos del espectro opuesto parecen tener una fe insostenible en el potencial participativo de la población. ¿Cómo conseguir que los fines esperados en lo formal se conserven lo más posible en su aplicación?
-Movimientos sociales y pluripartidismo. Entiendo la relación entre los primeros movimientos políticos y sociales y la apertura al pluripartidismo; sin embargo, me parece que entre los primeros y lo segundo hay diferencias considerables, más aún cuando los partidos mexicanos no sólo son ajenos a una ideología que los distinga -como señala Pablo González Casanova- y cuando es difícil distinguir cuáles son sus demandas. Resulta lamentable que en una "democracia" se recurra al concepto de Mosca de "clase política" -me parece que uno y otro término deberían ser excluyentes.
-Siguiendo lo anterior, me parece interesante la visión "agonista" -para recordar la expresión schmidtiana desarrollada por Chantal Mouffe- de la política: una política donde las diferencias ideológicas sean claras y donde, a la vez, existan canales para el enfrentamiento pacífico entre éstas.
-Globalización e individualismo. La relación entre el primero y el segundo me parece fundamental. El liberalismo toma como punto de partida y como sujeto al individuo racional que sólo de manera accesoria establece lazos con los otros; sin embargo, haciendo ecos de los primeros párrafos de la Introducción a la Crítica… de Marx, ¿acaso la individualidad no presupone un proceso de individualización, siempre pautado por relaciones sociales? El modelo ideológico liberal del individuo parece adquirir universalidad a partir de su imposición por medio de prácticas repetidas, de discursos y de héroes populares pero, ¿cuál sería la posición de aquellos grupos que no se adaptan a este ideal del individuo?
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