(Centro Universitario Emmanuel Kant,
Licenciatura en Psicología)
Parte 4. Expresión, indicación, lenguaje y pensamiento
A nuestro amigo Juanín le gusta el futbol. ¡Vaya encuentros los que se llevan a cabo en Las Islas! Sudor, gritos y heroísmo son el pan nuestro de los atletas jipis que, cansados de tanto Husserl, se enfrentan tarde a tarde en unos partidazos épicos. Comparemos dos situaciones desarrolladas en el juego:
-Juanín corre por la banda derecha mientras su amigo Pepe avanza con pelota dominada por el centro. Juanín está solo y sabe que puede anotar, por ello, pega un grito para llamar la atención de su amigo: “¡Ey!”.
-Una vez que recibe el balón, Juanín se lanza a toda velocidad hacia la portería contraria. Nuestro amigo está seguro de que anotará –quien está seguro de que no será así es el defensa del equipo contrario, Pedrote, gorilón de la Facultad de Derecho que se barre artera y gandallamente por detrás de Juanín y le incrusta la suela del zapato en el tobillo. Juanín, ante el dolor provocado por el fregadazo, pega un sonoro “¡Ay!”.
¿Cuál es la diferencia entre el “¡Ey!” con el cual Juanín llama la atención de Pepe, y el “¡Ay!” que profiere al sentir el trancazo de Pedrote? Para Husserl, la diferencia fundamental entre ambos gritos es la voluntad que motiva al primero y que está ausente del segundo. Cuando Juanín llama la atención de Pepe con un “¡Ey!”, tiene la intención (no la intencionalidad) de comunicarse con su compañero y provocar en él un cierto acto –un pase. Por el contrario, cuando Juanín grita de dolor, el sonido que sale de sus labios retorcidos es meramente reactivo; en ese sentido, no existe en Juanín la intención de comunicar algo: sólo grita como reacción ante el dolor. A partir de lo anterior, lancemos un par de conceptos:
-Al grito reactivo y que carece de la voluntad de comunicar algo le llamaremos “indicación” y diremos que cumple una “función indicativa”.
-Al grito que tiene la intención de comunicar algo a alguien lo designaremos como “expresión”; la expresión se caracteriza por cumplir una “función significativa”.
La distinción anterior se hace aún más clara si comparamos el humo provocado por el incendio en un bosque solitario, y el humo que emana de una fogata encendida por Juanín, quien, perdido en el Ajusco, intenta llamar la atención del guardabosque. El primer caso sería un ejemplo de indicación; el segundo, de expresión.
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