viernes, 23 de abril de 2021

Guía para la primera evaluación de Pensamiento y lenguaj


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e (Centro Universitario Emmanuel Kant,

Licenciatura en Psicología)

Parte 3  ¿Quién dijo “escorzo”?

Nuestro amigo Juanín el jipi tiene un hambre atroz. Una vez en la miscelánea (así llama a las tiendas mi abuela en su natal Mascota), está dudoso de qué comprar: ¿Un gansito? ¿Tal vez unas papas adobadas? Para desgracia de su hígado, la mirada de Juanín se incrusta en un caguamón. ¿Otra vez nos pondremos fenomenólogos? Sí, sólo un poquillo: Juanín mienta/ tematiza la caguama; gracias a la intencionalidad, Juanín percibe, ¿qué percibe? Un caguamón.

   Lo que sigue te resultará obvio: Juanín mienta/tematiza/intenciona el caguamón desde sí mismo; mejor aún: desde sí mismo como una totalidad corpórea, como cuerpo. A ese cuerpo que es cada uno de nosotros y desde el cual nos dirigimos al mundo, Husserl lo llama “punto cero de la intencionalidad”. ¿Por qué un nombrecito tan rimbombante? Porque es el punto de partida irrenunciable para entrar en contacto con todo aquello que tematicemos –es claro que Husserl arrugaría la nariz ante los viajes astrales, en los cuales la conciencia escapa del cuerpo, según la docta opinión de Jaime Mausán y colaboradores.

   Regresemos a las aventuras de Juanín en la miscelánea de Doña Clotilde: Juanín percibe la caguama pero… ¿La percibe completa? No: desde su lugar, Juanín sólo percibe una parte de la caguama –la parte donde puede leerse la etiqueta. A ese aspecto efectivamente percibido lo llamaremos “escorzo”. Ahora bien, Juanín no asume que la caguama es sólo eso que percibe, el lado iluminado por su visión sino que, de alguna manera, su percepción se completa para darle cuerpo, en su entendimiento, a la botella como un todo: a ese completar se le conoce –sólo en el terreno fenomenológico- como “apercepción”. Terminemos con este apartado con un último concepto: es claro que no tiene el mismo sentido percibir la caguama sobre la mesa de una cantina, que en el refrigerador de una tienda; si bien el objeto propiamente mentado es la botella, el ambiente que la rodea forma parte del sentido propio de la vivencia; a todos esos elementos ambientales que no percibo de manera directa pero que influyen en mi vivencia para individuarla, los hemos de referir como “co-mentados”. Así, mientras Juanín mienta la caguama, están co-mentados el refrigerador y la tienda toda.  

 

 

 

 

 

 

 

 

Conciencia interna del tiempo… ¿Con qué se come?

 

Lee la siguiente oración:

 

London After Midnight es la mejor banda de rock gótico que existe.

 

Cuando tus ojos pasaron sobre lo escrito arriba, no leíste letras aisladas y sin conexión entre sí, algo así como:

 

L-O-N-D-O-N-A-F-T-E-R-M-I-D-N-I-G-H-T-E-S-L-A-M-E-J-O-R-B-A-N-D-A-D-E…

 

Por el contrario, las grafías se concatenaron unas con otras, los vocablos se engarzaron formando, así, una unidad de sentido, una oración, que afirma que no existe mejor banda de rock gótico que London After Midnight. Cuando tus ojos se posaron sobre la “L” de “London”, hasta que llegaste a la última “e” de “existe”, transcurrió un lapso de tiempo, ¿no es así? Y ese tiempo no es una sucesión separada de instantes sino que, como las aguas de un río, “fluye”; por decirlo de otra manera: no hay huecos entre instante e instante; Xavier Zubiri, un filósofo español de gran inteligencia, recurría a una figura muy bonita para referirse a lo anterior: es como si el presente de la conciencia se hinchara. De lo anterior, obtengamos algunas conclusiones:

 

-Cuando lees un libro o cuando escuchas una melodía, se hace patente que la conciencia es temporal, dinámica; cuando intencionamos no lo hacemos de forma fija sino que, por el contrario, el presente cambia a todo momento. Pues bien: en la fenomenología, a esa característica de la conciencia –el hecho de ser ella misma temporal- se le llama “conciencia interna del tiempo”.

 

-Cuando lees una oración, es como si “arrastraras” contigo las letras que vas pasando; sólo de esa manera la cadena de letras tiene sentido como oración –no como letras sueltas o como palabras aisladas. A ese arrastrar contigo algo inmediatamente anterior se le conoce como “retención” y está puesta en práctica a todo momento.

 

-Mientras lees, tiendes hacia algo, hacia un futuro inmediato: tienes una especie de expectativa de aquello que viene: no podría ser que, mientras lees, de golpe te encontraras en un aeropuerto o en un centro comercial; no: tus ojos seguirán avanzando sobre las letras. A ese futuro inmediato, Husserl lo llama “protención” y, tanto como la retención, forma parte de la intencionalidad.

Recordemos a Juanín en la tienda, a punto de comprar una caguama. ¿Recuerdas que sólo mentaba un escorzo de la botella y que completaba la percepción como una botella completa gracias a la apercepción? Bien: gracias a la conciencia interna del tiempo, Juanín puede mirar la botella desde diversas perspectivas y de diferentes formas: la toma entre sus manos y comprueba que está fría –bien helodia, como le gusta-, la mira desde arriba para corroborar que la corcholata está fija a la boca, la mira por debajo, por un costado, etc. En toda esta serie de percepciones, Juanín no supone que estos escorzos corresponden a objetos distintos sino que, por el contrario, asume que son aspectos de un mismo objeto: el caguamón. A esta unidad de los diversos aspectos de un objeto le llamamos “síntesis”. A la vez, Juanín no es otro en cada una de sus menciones –no es que cambie él con cada percepción: Juanín es siempre Juanín. A esta unidad del yo, patente en, e imborrable de cada mención, lo llamaremos “yo-polo”. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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