“Vértigo” es la palabra que mejor describe eso que ahora sientes, al pensar que, en algunos meses, la prepa será sólo un recuerdo. Han pasado casi tres años desde que cruzaste por primera vez el portón de entrada, con ese terror de saberte en un espacio nuevo, con gente a la cual jamás habías visto -tan lejos de tus amigos de secundaria, sin la autoridad de ser parte de los mayores, los de tercero, esos que imponen la ley en los pasillos y en el patio. Seguramente, el primer profesor que viste te provocó temor: te dio la bienvenida, sí, pero también te dejó en claro que la preparatoria era algo muy diferente a cuanto habías conocido hasta entonces. Dudaste: ¿Los maestros te exigirían trabajar demasiado? ¿Serían muy estrictos al calificar?
A lo largo de estos tres años, el profesor perdió todo el halo de misterio y, seguramente, ahora es un buen amigo o, por qué no, es el blanco de apodos y risas; el espacio carece de novedad y es tu espacio, tu lugar: no podrías siquiera imaginar tu vida de los últimos años fuera de sus paredes; conoces todos sus rincones -pasillos, salones, recovecos- y cada uno de éstos tiene un significado especial para ti, un significado que has construido con aquellos que algunas vez te fueron desconocidos: tus amigos, esa familia escogida con la cual compartes alegrías, risas, complicidades, fiestas -sí, pero también tristezas y amarguras del corazón porque sabes que cada dolor tuyo lo sienten como propio, que tus lágrimas les conmueven hasta el llanto y que harán todo lo posible por hacerte sonreír una vez más.
Ahora que lo piensas, el profesor tuvo razón; es verdad, la prepa es algo muy distinto a cuanto habías conocido porque, durante tu estancia en ella, te convertiste en quien eres: una mujer o un hombre independiente, capaz de tomar decisiones por sí mismo y de enfrentar los obstáculos que se te presentan; hoy, tú y sólo tú eres responsable de los pasos que has de dar en este mundo: por ello, tú mismo decides si hacer la tarea o no, o cuánto estudiar para ese examen que -bienl o sabes- se te dificulta; y, también por ello, ahora eres el juez que elige pasar el viernes en casa o recorrer la ciudad a horas insospechadas, abrazado de tus amigos, entre viento frío y risas trasnochadas.
Vértigo, sí: esa es la palabra que mejor describe la sensación de estar a punto de saltar hacia las aguas oscuras de la universidad. Una vez más, volverás a enfrentarte con un espacio nuevo y con gente que te resulta desconocida; sin embargo, ahora estás preparado para enfrentarlo sin ningún miedo: hoy, eres una persona independiente. Además -y eso no debes olvidarlo-, no saltarás solo; a tu lado, estarán tus amigos, quienes seguirán otros caminos pero que, a pesar de la distancia, estarán ahí para ti, siempre dispuestos a entrablar una larga charla y beber una cerveza contigo.
El tiempo se acerca: imagínate al filo del abismo que es el último día de clases. ¿Estás listo para saltar?
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