El hombre social
Si el individuo es tal, es porque previamente enfrentó un proceso social de individuación
Hacia esto apuntaría la noción de “producción de subjetividad”, ya latente en la obra de Gilles Deleuze desde sus primeros trabajos: a las condiciones de emergencia que anteceden a la subjetividad.
El hombre imaginativo
Al interior de la teoría marxista, una de las discusiones más enconadas fue aquella que tuvo por problema la cuestión de lo humano
A pesar de la insistencia por parte de filósofos como Louis Althusser en el supuesto “antihumanismo” del Marx maduro, en El capital se encuentra una breve teoría antropológica, la del homo faber. En las primeras páginas del capítulo V, “Proceso de trabajo y proceso de valorización”, Marx analiza el trabajo a partir de la relación entre el hombre y la naturaleza.
[…] lo que distingue al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquel ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente (Marx, 2014: 216).
Amor
Y he aquí a maravilla de maravillas: este encuentro, aquí y ahora, abre la perspectiva del presente en que nos encontramos hacia todos los tiempos; este aquí y ahora, con todo su peso de vivencia inmediata y en desarrollo, sólo puede ser, sólo es posible por el peso del pasado de manera tal que mi historia está co-mentada en este instante; en la mirada fija en tus ojos, en el oído atento, en las manos enlazadas, en las palabras que elijo para ti: en todo cuanto de mi te ofrezco está co-dada mi historia; por ello, Borges persuade a la amada –una mujer, la poesía- por medio de una ofrenda de pasado:
Te ofrezco calles enjutas, amaneceres desesperados, la
luna de los ásperos suburbios.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado
por mucho tiempo la luna solitaria.
Te ofrezco mis ancestros, mis muertos, los fantasmas
que los vivos han honrado en bronce […]
A la vez, ésta se me aparece con un sentido totalmente nuevo, un sentido irradiado por tu presencia. A la vez, el presente se proyecta hacia un futuro imprevisible pero que anhelo compartido, esto es, un futuro abismado por nuestro encuentro; una vez más, el futuro emana de ti.
Del amor podemos obtener una primera intuición: el amor es un ahora radica abierto hacia un pasado y un futuro co-mentados –en este sentido, podemos comprender la fórmula según la cual todo encuentro amoroso es eterno
El otro doliente: la fotografía
Y ahora te hablo a ti, te escribo como si te hablara, como si la cadena gráfica fuese mi voz que se articula frente a ti y para ti –sólo para ti- deslizándose, en este presente, por tu orificio auditivo hasta hacer vibrar los huesillos de tu oído. Ignoro cuál es tu nombre y, a decir verdad, no importa: no importa si tu nombre carece de peso ontológico porque resume tu descripción, como quiso Russell; tampoco si fuiste bautizada según un ritual que hizo que un nombre propio –cualquiera y seguramente compartido con más de una mujer de tu comunidad- se llenara de ti para individuarte, según el argumento de Saul Kripke –sábelo: más de una vez, los filósofos confunden los planos de la universidad con la universidad misma. No conozco tu nombre y no necesito saberlo porque el lenguaje asociado a ti cede ante el hecho de que te reconozco: aquí, en este momento, las teorías del conocimiento y los métodos de abordaje de la realidad son nada frente a tu rostro sufriente, palabrería necia ante tu cuerpo abrumado de horror, recargado contra la pared para mantenerte en pie, ante tus ojos que se despeñan de pena hacia un costado: ante tu boca, que es un borde que escinde un adentro desgarrado por el dolor y un afuera horrible de cadáveres y edificios destruidos –por ello, parece que la distinción entre adentro y afuera es inexistente; antes bien, hay un continuo entre ti y tu entorno; no una representación, ni una traducción del mundo “objetivo” al lenguaje del pensamiento: ¿un continuo que, acaso, nos obligaría a considerar hasta cierto punto la tesis panenteísta de Spinoza? Dios es la sustancia que todo lo llena; todo es ella. Pero dice el poeta israelí Yehuda Amijai: “Dios está lleno de misericordia,/ si no estuviera lleno de misericordia/ habría misericordia en el mundo y no sólo en Él” (V.V. A.A., 2001, pág. 57). Los judíos de la Jabad creen que la relación entre el infinito divino y la finitud del mundo se establece a partir de un “salto” –esto es, no hay gradaciones en el ser ni relación causal alguna entre Dios y lo ente: Dios es, en sentido estricto, totalmente Otro. Para que hubiera mundo, Dios debió crear un vacío que lo albergara.
Para saber cómo es que existe una continuidad entre tu sufrimiento y el mundo que te rodea y del cual, dada la continuidad, formas parte, deberemos hacer una cadena de porqués. ¿Por qué te encuentras sufriendo? Porque la escuela a la que asistías –una escuela de la ONU- fue bombardeada por el ejército israelí. ¿Y por qué el ejército israelí bombardeó tu escuela? Porque, según las declaraciones del Estado de Israel, el grupo Hamas escondía bombas. ¿Quién es Hamas y por qué escondería bombas? Hamas es un grupo armado jihadista que declaró la guerra a Israel. ¿Por qué hizo una cosa semejante? Llegados a este punto, las preguntas –y las respuestas- no pueden ser lineales: el árbol se incendia y, bajo su suelo, aparece el rizoma desnudo.
Eros pathetikos: amor sufriente
Estrategia contrafáctica
He de entender por “estrategia contrafáctica” a toda aquella práctica que parte de instancias afectivas –el dolor, la indignación, la rabia- producidas por un hecho humano concreto y cuya racionalización implica una proyección comunitaria contrafáctica hacia el futuro: ésta y no otra es la marca característica de todas las acciones encaminadas hacia la liberación. En este sentido, podemos encontrar estrategias contrafácticas en acciones concretas –incluso cotidianas- y en grandes sistemas de pensamiento.
La estrategia contrafáctica parte de hechos y sólo son éstos su materia prima.
Una de las partes constitutivas del método fenomenológico es la variación eidética; por medio de ésta, el “filósofo que comienza” –según el bello y profundo planteamiento de Husserl- modifica imaginativamente el dato con miras a dar con la esencia, esto es, con aquello que permanece constante en las diversas variaciones.
Conclusión
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