Coincidimos por casualidad, de niños en un bosque. En adelante, el destino quiso que nos encontráramos a través de diversas amistades y fiestas de juventud; sin embargo fue hasta la universidad que decidimos interactuar y a partir de ahí, se forjó nuestra hermosa historia. ¿Cómo no amar al ser humano más culto, brillante, sensible y hermoso que habría conocido en mi vida? ¿Cómo no enamorarme perdidamente de esa nobleza y ese gran corazón? De tu sencillez y bondad inigualables: tú me enseñaste el amor verdadero, genuino, desinteresado y libre de máscaras. Ese amor en el que se puede ser enteramente uno mismo. El que trasciende temporalidades y espacios. El que perdura en la distancia y aún en distintos planos.
Ese amor sigue latiendo encarnado en los corazones de tus hijos, los dos más hermosos regalos que pudiste brindarme. Te agradezco por ello y siempre te amaré, como dice esta canción, la cual te dedico hoy en tu cumpleaños porque te gustaba tanto.
Abrazos y besos hasta el cielo mi querido Émile. De María Bárcenas.
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