Hijito
Hijito, la distancia física no es suficiente para terminar con la existencia. Te queremos intensamente.
Hijito, la distancia física no es suficiente para terminar con la existencia. Te queremos intensamente.
Mi línea vital, más larga, me da la oportunidad de recordarte, de amarte a la distancia y de continuar con mi ciclo agradeciendo a Dios por haberme dado la gracia de ser tu madre. Te amo.
El permanecer más allá del tránsito vital, la trascendencia; a través de una imagen, de un recuerdo o de un legado.
Muchas personas desean trascender, dejar una marca, un sello, un grabado en la mente y el corazón de los otros.
Los nombres con sus respectivos apellidos nos distinguen y confirman nuestra autenticidad, nuestra originalidad, nuestro ser único y yo, como ser independiente y único, deseo ser recordado pero sé bien que esto será solamente mientras quienes me conocieron permanezcan en este mundo, quienes recibieron palabras o manifestaciones amistosas y, si no fuera buen pagador, seguramente me recordarían alguno que otro antiguo benefactor.
Me resulta difícil escribir sobre la trascendencia pues considero que es un acto subjetivo y exclusivo: es subjetivo porque quienes llevan a cabo el acto de recordar, lo harán a partir de la experiencia que hayan vivido en compañía o a través de referencia de otro; es excluyente, sólo se logran la trascendencia los sujetos cuyo valor y aportaciones a la humanidad son útiles, pero esa utilidad sólo se aprecia por los sectores sociales que se identifican con el sujeto que trasciende; de ahí que surja una nueva característica de la trascendencia y es la que consiste en su relatividad en ámbitos y en tiempo.
¡Ay, hijito! ¡Cuánta disertación y cuánto rollo! Yo sigo lapostura de Emanuel Lévinas, que pensaba que debíamos ser para los otros, dejar una huella, heredar beneficios a la humanidad, sin pensar en la cantidad ni calidad de los herederos.
Tú fuiste así, recuerdo que te comenté varias veces que eras un amigo excepcional y un mejor padre e
hijo.
Hace varios años vimos la película inspirada en la historia que llevó a la muerte a Manuel Acuña, el joven poeta que estudiaba medicina y que se enamoró de Rosario de la Peña y Llerena.
Recuerdo que me dijiste que en aquel tiempo, los poetas elaboraban sus mensajes hablados en verso y que el actor que personificó a Manuel Acuña se veía muy semejante al poeta.
“Ante un cadáver” forma parte del recuerdo que te dedico por dos motivos; el primero, porque ahora ya no sufres dolores físicos y “tu máquina vital descansa inerte” y el segundo, porque “la materia, inmortal como la gloria, cambia de formas, pero nunca muere”; lo mismo que tu alma, mi queridísimo hijo.
Sabes cuánto duelen las ausencias, sobre todo las permanentes. Tu ausencia nos ha dolido mucho, infinitamente. Aún sufro, aunque lo controlo, doy tiempos para llorar, sobre todo en verano.
Tu adiós sacudió violentamente a nuestra familia en todas direcciones; tus hijos, tu esposa, tus suegros, tus tíos, tus primos y yo nos sentimos desolados, abandonados física y afectivamente y nos vimos obligados a vivir sin tu presencia física. Todos ellos, familia y amigos, se volcaron hacia tus hijos, tu esposa y yo para darnos consuelo, para reconocer y señalar tu valía personal: recibí palabras de aliento de quienes nos conocen, tus amigos, los míos, incluso las personas con las que no te unía más que el saludo o la realización de alguna transacción.
A partir de tu despedida sin palabras, busqué llenar los tiempos, me aficioné a la escucha de novelas y entre todas, la que refleja el sentimiento de desolación, mutilación anímica o minusvalidez emocional, es la novela de Antón Chejov titulada “La tristeza”.
El video que ahora comparto lo solicité a mi amigo a distancia, Jesús Javier Pérez, a quien agradezco profundamente esta interpretación.